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La vieja contradicción entre quienes generan las riquezas con su esfuerzo cotidiano y quienes se apropian de su valor ha tomado en nuestra argentina un color y un ritmo muy fuerte debido al carácter altamente agresivo y muchas veces hasta asesino de las clases dominantes. Probablemente esa sea la explicación de fondo para la gran capacidad de la clase trabajadora argentina para resistir todas las etapas más autoritarias, y su escasa capacidad de hegemonizar políticamente los períodos de construcción de fuerza política para dirigir y gobernar.

En marzo de 1974, en Villa Constitución (Provincia de Santa Fe), desde el corazón mismo de las plantas industriales metalúrgicas de Acindar, Marathón, y Metcon, los trabajadores llevaron adelante una lucha con la que -en unidad con otros obreros y apoyados por campesinos y comerciantes- lograron el objetivo de elegir y poder ser elegidos libremente para la conducción de la seccional de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) y el cuerpo de delegados.

Esa gesta proletaria, conocida como El Villazo, se apoyó en las propias experiencias de sus protagonistas, y recibiendo los legados del Cordobazo, los Rosariazos y las luchas que la clase obrera venía desarrollando desde hacia varios años, y quedó como un hito en la historia de las luchas obreras de nuestro país.

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